Marco Flores hechiza Santa Catalina bajo las estrellas

Anoche, el Castillo de Santa Catalina volvió a latir al compás del arte jondo. En el marco del programa Patrimonio Flamenco, el bailaor Marco Flores ofreció un espectáculo que quedará grabado en la memoria de quienes tuvieron la suerte de presenciarlo. Con el recinto a rebosar, no cabía un alma más. La expectación era alta, y el arte respondió con creces.

Desde su primera pisada sobre las tablas, Marco Flores desplegó un baile lleno de verdad, técnica y sensibilidad. Cada movimiento suyo hablaba de tradición y de búsqueda, de raíz y de vanguardia. Hubo braceos que parecían dibujar el aire, giros afilados como navajas, silencios que cortaban la respiración. Su taconeo, preciso y poderoso, fue como un latido que marcó el ritmo de una noche mágica.

El viento de Levante, caprichoso testigo de tantas veladas gaditanas, pareció calmarse para no interrumpir el duende. Las estrellas se asomaron curiosas, y hasta las piedras centenarias del castillo parecían vibrar con cada zapateado.

El público, entregado desde el principio, respondió con ovaciones espontáneas, jaleos sinceros y emoción contenida. Marco Flores no solo bailó: contó, emocionó, comunicó. Regaló flamenco del bueno, del que nace de dentro y se comparte sin artificios, solo con el cuerpo y el alma.

Anoche en Santa Catalina no solo hubo un espectáculo: hubo un encuentro con la esencia más pura del baile flamenco.