Gala de Clausura del Festival Internacional de Folklore de Cádiz

 El Baluarte de la Candelaria se convirtió anoche en un auténtico mosaico de culturas durante la gala de clausura del Festival Internacional de Folklore de Cádiz, una velada que reunió a agrupaciones de Venezuela, Italia, Argentina, Colombia, Polonia y, por supuesto, Cádiz, en una despedida llena de música, danza y hermandad.



El público, que llenó el histórico recinto, disfrutó de una velada en la que cada actuación fue un viaje: desde la energía caribeña de Danzas Ritmo y Color (Venezuela), hasta la espectacular destreza de los Sbandieratori dei Roni di Cori (Italia) con sus banderas ondeando al ritmo del tambor y sus acrobacias.

Argentina estuvo representada por el Taller de Danzas Nativas Huayra Mujoj, que emocionó con la raíz profunda de su tradición, mientras que la Compañía de Danza y Grupo Cultural Identifícate (Colombia) llenó el escenario de ritmo y alegría. También hubo espacio para la elegancia europea con Promni Folk Dance (Polonia), y para el orgullo local con el Grupo de Danzas Adolfo de Castro (Cádiz), que pusieron en pie al público con su fuerza gaditana,  donde no pudieron faltar tanguillos, mantones y bulerías.



La gala alcanzó su punto más emotivo con el discurso de Mirian Peralta, presentadora de Onda Cádiz y rostro del Carnaval gaditano, acompañada de un violín. En sus palabras recalcó que, mientras algunos países en guerra viven la destrucción, este festival representa la construcción y la unión entre pueblos. Sus palabras encontraron eco en el baile final, donde todas las culturas participantes se fundieron en un mismo compás, demostrando que la danza no entiende de fronteras.

El fin de fiesta se trasladó a las puertas del Baluarte, abarrotadas de público, bailarines, voluntarios y participantes que continuaron la celebración entre aplausos y bailes improvisados. Fue un grito de alegría y esperanza de paz en el mundo, y un deseo compartido de que propuestas como esta perduren en el tiempo. Peralta ya había aprovechado el momento en el escenario para hacer un llamamiento a las autoridades para respaldar y apostar por iniciativas que construyen fraternidad entre naciones.

Al cerrar las puertas del baularte, la variedad de vistosos trajes y culturas tiñeron la Alameda en un tapiz de colores y sueños compartidos. Fue reflejo de la unidad entre pueblos que dejó esta clausura. El calor del público y la alegría en el aire confirmaron que el festival se despide dejando huella y con fuerzas renovadas para volver.

Este festival no solo es un grito para mantener viva la identidad propia de cada país a través de la danza folclórica, sino también una demostración de cómo esa identidad brilla con más fuerza cuando se comparte y se convive en hermandad. La danza, convertida en lengua universal, traspasa fronteras con un mensaje claro: paz en el mundo. Porque una vida en paz es posible… y la danza lo ha hecho más que visible en esta noche de comienzos de septiembre.

Redactora: Natalia Tórtola Martín












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